lunes, abril 27, 2009

Novela histórica (II)

Voy a continuar hablando de novelas históricas, un género apasionante pero, desgraciadamente, con un nivel de mediocridad bastante abundante. Como ya dije en un post anterior, considero que la novela histórica española está muy por encima de la extranjera. Mis últimas lecturas me inducen a afianzar esta suposición, y voy a hablar de ellas a continuación.

Empecemos por la de cal. Recomiendo la lectura de la excelente novela Las huellas del conquistador, de Jose Luis Pérez Regueira. Este periodista, que es redactor-fundador del diario El Pais, ha hecho un excelente ejercicio literario e histórico sobre uno de los conquistadores más desconocidos para el gran público: Hernando de Soto.

Con el objetivo claro de contar una historia de forma objetiva y, sobre todo, sin pretender juzgar a personas que vivieron hace quinientos años, la novela nos introduce en una de las fases más desconocidas de la conquista de América. De Soto, además de participar en la conquista en América Central y Perú, prosiguió sus exploraciones en lo que hoy son los Estados Unidos, llevando a cabo un recorrido que le llevó a través de los actuales estados de Florida, Georgia, las Carolinas, Tennessee, Alabama, Mississippi, Arkansas, Luisiana y Texas. Toda una epopeya injustamente olvidada.

Perez Regueira pone fin a este injusto olvido con una novela bien estructurada, entretenida y ágil, que se lee de principio a fin y que hará las delicias de los aficionados al género histórico y, en concreto, a esta época de la Historia de España. Desde mi humilde punto de vista, muy recomendable. De momento, es la única novela que conozco de este autor, pero espero que saque más en un futuro cercano.

Y vamos a la de arena. Como siempre, un autor que nos desilusiona. Desgraciadamente suele suceder. En este caso ha sido Ken Follet. Conocido autor de best-sellers, había leído varias novelas suyas anteriormente. En general, aunque tienen altibajos, suelen resultar bastante entretenidas, así que esperaba con expectación Un mundo sin fin, la segunda parte de Los pilares de la tierra. Desgraciadamente, se ha cumplido el famoso dicho: "Segundas partes nunca fueron buenas". Esto no siempre es cierto pero, en este caso, se ha cumplido totalmente.

Follet es un escritor hábil. El libro es enorme, más de mil páginas, pero se lee bastante rápido. El problema es que, rápidamente, te das cuenta de que la intención del autor no ha sido escribir una historia, sino realizar un panfleto anticlerical. Desde el principio, el único objetivo es mostrarnos una Edad Media completamente falsa y llena de estereotipos baratos. Una lástima, porque la ambientación y la idea original podrían haber dado para mucho más, pero lo cierto es que, tras un comienzo prometedor, el libro se va diluyendo en la nada. Además, incluso el talento natural de Follet para enganchar va desapareciendo, de tal forma que tiene recurrir al sexo una y otra vez para mantener el interés del lector. Un truco burdo del que el autor abusa exageradamente.

Al lector poco exigente le gustará esta novela. Como he dicho, se lee bien a pesar de su descomunal tamaño. Pero al que quiera un mínimo rigor histórico todo le va a sonar a falso. El tema no tendría mayor trascendencia si no fuera porque mucha gente, lo único que sabe de Historia es lo que aparece en el cine y en novelas como ésta, provocando conceptos erróneos en gran parte de los lectores. Si alguien quiere leer este libro, le recomiendo que también lea este artículo: El falso medievo de Ken Follet de Franco Cardini, profesor de Historia Medieval en la Universidad de Florencia. De esta forma, se puede acceder a la época bajomedieval desde un contexto real y no desde el del autor, bastante alejado de la realidad.

En fin, para intentar quitarme el mal sabor de boca de Un mundo sin fin, voy a empezar ahora otra obra de un autor español del que he oído buenas críticas: Jesús Sánchez Adalid. No he leído nada suyo hasta ahora, y voy a empezar por El alma de la ciudad, ambientada también en la época medieval, dentro de la Reconquista. Espero encontrar aquí una mezcla de calidad literaria y rigor histórico, ya que, si falta cualquiera de las dos cosas, es mejor no escribir novelas históricas y dedicarse a otra cosa.

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